Monday, February 05, 2007

Entrevista

Copio-pego un trocito de una entrevista a un sociólogo estadounidense llamado Richard Sennett del que yo nunca había oído hablar (lo cual no significa absolutamente nada porque hay mucha gente de la que yo no he oído hablar y resulta que son eminencias). La entrevista completa se puede leer aquí.

En sus libros, especialmente en La corrosión del carácter, explica cómo la gente que se siente de un modo u otro amenazada por esta fragilización de las relaciones sociales que conllevan las nuevas condiciones flexibles del trabajo y la economía, tiende a desplazarse a posiciones políticas de derechas. ¿Qué es lo que motiva este giro político?

Me alegro de que hayas tocado este tema, porque es algo que tengo muy presente en estos últimos tiempos. Me intriga sobremanera saber por qué el primer impulso de la gente en momentos de cambio como el actual es desplazarse a posiciones de derechas. Para comprenderlo, hay que tener en cuenta que generalmente se trata de una derecha particular, tipo Vicente Fox, por ejemplo, o tipo Berlusconi, muy marcada por el individualismo, que viene a decir a la gente: «Tú también puedes alcanzar el éxito. El problema son esos pesados de la izquierda que se interponen en tu camino». Es un discurso que apela a una mentalidad de derechas individualista, desligada, en apariencia, de los intereses de los grandes grupos de poder. La única razón que se me ocurre para explicar este fenómeno es que el nuevo capitalismo pone el énfasis en la responsabilidad de cada persona frente a su propio destino, antes que en la responsabilidad colectiva, y este tipo de movimientos de derechas también refuerzan esa responsabilidad personal: le dicen a la gente que también ellos son importantes como individuos, que no son simplemente parte de la gran masa, aunque las circunstancias les hayan impedido demostrar de lo que son capaces. En la India, por ejemplo, resulta muy interesante observar cómo las personas que más sufren los efectos de este nuevo capitalismo están siendo atraídas en gran medida por este tipo de ideología derechista que les dice: «Sí, vosotros también merecéis tener vuestra oportunidad». De modo que no es un fenómeno únicamente occidental. Y la custión es saber por qué los movimientos de izquierdas no conectan con estos sentimientos. Esta es la gran pregunta que la izquierda debe abordar porque, en estos momentos, lo único que parece transmitir a la gente es desesperanza. En el Reino Unido, por ejemplo, los movimientos organizados de izquierdas están totalmente anquilosados y en Francia, la izquierda se ha ganado la etiqueta de auténtico movimiento conservador, con sus reivindicaciones de estabilidad. Tal vez simplemente tengamos que esperar unos años para que la situación evolucione; al fin y al cabo, estas tendencias actuales sólo tienen diez o quince años de vida. Puede que lo único que haga falta sea un cambio generacional para conectar mejor con la gente, que la solución radique simplemente en librarse de los líderes de mi generación que hay en los sindicatos y los partidos de izquierdas. No conozco bien la situación en España, pero no me cabe duda de que en países como Francia o el Reino Unido la vieja izquierda no tiene ninguna idea sobre qué hacer. Por ejemplo, me parece imprescindible reinventar los sindicatos de forma que apoyen a la gente que vive inmersa en esta economía flexible y va cambiando de un trabajo a otro; deberían reconvertirse en una especie de combinación de agrupación comunitaria y servicio de empleo, así podrían aportar a las personas algo de continuidad y estabilidad a pesar de las interrupciones y las rupturas que implica el nuevo capitalismo. En cierta ocasión hablé sobre este tema en un congreso sindical en el Reino Unido, y me asombró oír las respuestas que me dieron: «No podemos hacer eso, perderíamos nuestra identidad. Somos un sindicato que sólo representa a los trabajadores de un ramo determinado, y si uno de ellos cambia de ramo, dejamos de representarlo. Además, lo que nos importa es preservar el salario de nuestros trabajadores, no buscarles empleo». Me parece una actitud absolutamente tradicional: sólo te protegen si ya tienes trabajo. Mi esperanza es que, a medida que se vaya muriendo la gente de mi generación puedan desarrollarse estos nuevos sindicatos que defiendo.

Y los dejo con Lluis Llach... y con un nudo en la garganta.


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Thursday, February 01, 2007

Libra o El Fin de la Edad de Oro

Aún a riesgo de que mi blog se acabe pareciendo a La Gramola no me he podido negar a la petición de Karraxi. (Bueno, la verdad es que estoy encantada. Lo que más me mola de los blogs es la interacción con la gente. Si no fuera así escribiría en un cuaderno Guerrero de esos de argollas de toda la vida)

Antes que nada, una aclaración sobre los términos astrología y astronomía. Copio y pego de una página del Escéptico Digital que no me apetece dar mucho la brasa con esto ahora:

Astrología es el estudio de la posición y movimiento de los astros, a través de cuya interpretación SE PRETENDE conocer y predecir el destino de los hombres y pronosticar los sucesos terrestres.
Por el contrario,
Astronomía (con el sufijo griego ``nomos'' que significa ``leyes'') es la CIENCIA que trata de cuanto se refiere a los astros, principalmente de las leyes que rigen sus movimientos.

O sea, Rappel, el de las gafas al revés, es astrólogo y Kepler, el de las leyes de idem, es astrónomo.



Al principio estaba el vacío, o la nada, que era una fuerza llamada Caos. De la nada apareció la Tierra, Gea, que era la diosa primordial. Gea se aburría y un día decidió crear un marido que la envolviese cariñosamente. Así creó al cielo estrellado, Urano. Más tarde el cielo y la tierra decidieron tener hijos. Primero nacieron los seis titanes y las seis titánides que eran dioses porque eran hijos de las fuerzas primordiales. Más tarde aparecieron los cíclopes, gigantes con un solo ojo en medio de la frente, llamados Rayo, Trueno y Relámpago, que eran los dioses de las tempestades. Al mismo tiempo los titanes y las titánides se unieron y tuvieron hijos. Así del titán Cronos y la titánide Rea nació Zeus, el que más tarde sería el dios supremo del Olimpo. Sobre la tierra aparecieron más dioses así como otros seres vivos: los hombres, los animales y las plantas. Gea estaba feliz porque le encantaba ser creadora de vida. La vida iba apareciendo de las maneras más diversas y cada nuevo ser era más maravilloso que el anterior. Así las abejas se pusieron contentísimas cuando aparecieron las flores y los caballos quedaron muy intrigados cuando llegaron las cebras.

El único que no estaba feliz era Urano, celoso porque ya no era el compañero único de Gea ya que ésta había pasado a compartir su afecto con todos los seres vivos. Entonces Urano descargó su furia con sus propios hijos. Primero les prohibió que se paseasen por la tierra y más tarde los encerró en grutas subterráneas para que no pudieran ver la luz. A Gea no le gustó nada la actitud de Urano y habló con sus hijos para que destronasen a su padre, tan ruin que no se merecía reinar en el universo. Todos se negaron, excepto Cronos que era el hermano más joven y también el más valiente. Una noche en que Urano estaba unido a Gea, Cronos lo atacó con una hoz hiriéndolo y quitándole toda la fuerza sobrenatural. La sangre de Urano se derramó sobre la tierra y la fecundó. Así nacieron los gigantes las ninfas y otras divinidades y comenzó la edad de oro.

Por todas partes aparecieron bosques, prados y animales que vivían en armonía los unos con los otros. Los ciervos convivían con los leones y los corderos no temían a los tigres. A su vez los hombres no tenían que trabajar porque la tierra proveía de todo lo que necesitaban. No eran necesarias las armas porque no había disputas entre los hombres. Además no conocían la vejez: cuando llegaba el momento de morir hombres y mujeres simplemente se adormecían. Dice, la diosa de la justicia e hija del propio Cronos, tenía la balanza siempre equilibrada pesando el bien y el mal y asegurando que el bien siempre tuviera más fuerza. Pero un día la edad de oro acabó. Hubo quien dijo que la culpa la tuvo un pecado humano pero en realidad fue culpa de los dioses que nunca supieron vivir en paz.

Lo que ocurrió fue que Cronos empezó a sentir celos de sus propios hermanos. Comenzó tirando a los cíclopes para el fondo del Tártaro, encarceló a los titanes y finalmente se volvió contra sus propios hijos y los devoró. Los hombres vieron entonces que la tierra no era un lugar seguro y descubrieron el bronce y el hierro para construir espadas. Poco se tardó en que entrasen en guerra entre ellos. Gea, del disgusto, ya no era tan fértil por lo que los hombres tuvieron que empezar a cazar para sobrevivir. Apareció el hambre y las enfermedades: fue el fin de la edad de oro. La propia diosa de la justicia, Dice, tuvo que abandonar la tierra y refugiarse en el cielo. Aún hoy se la puede ver en las noches claras con la balanza, de platillos ahora inútiles, esperando la llegada de una nueva edad de oro para poder llevar de nuevo la justicia y la paz a la Tierra.

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