Thursday, May 17, 2007

Licencia para manejar


Hoy todo hacía presagiar que el día de hoy iba a ser azul oscuro tirando a gris: otra mala noche, trámites burocráticos pendientes de ayer, manifestaciones más o menos molestas de mi alergia a los gatos… y sin embargo ha terminado saliendo el sol. Al menos metafóricamente hablando. El motivo de mi alegría es, por una parte, una buena noticia venida del mundo exterior. Para entender la otra parte tenemos que remontarnos una década atrás (ay, el tiempo vuela).Tenerife, siglo pasado. Me disponía yo a mis veinte y pocos años a sacarme el carnet de conducir. Un reto al alcance de cualquiera, pensarán ustedes. Eso pensaba yo también. El caso es que me compré el librito del código de circulación y me apunté a una autoescuela donde tomé clases prácticas. Lo típico. Llegó la hora del examen teórico y lo saqué sin dificultad. Hasta aquí todo correcto. El problema llegó con el examen práctico. ¡Ay, el examen práctico! El primero lo suspendí, me acuerdo bien, por pasar muy pegada a un peatón. El tal peatón estaba en medio de la calle hablando, con los brazos en jarras, junto a un coche aparcado en segunda fila. Imposible pasar de otro modo pues. Pero oye, lo asumí con deportividad. La segunda vez, lo suspendí por un error más grave, algo de un ‘ceda el paso’, aunque no me acuerdo exactamente qué. La tercera metí la pata más profundamente, aunque tampoco recuerdo cómo. Y así diez u once veces. No recuerdo. Memoria selectiva lo llaman. La cosa es que me llegué a obsesionar muchísimo con el asunto. No dormía antes de los exámenes, cosa que jamás me ha pasado con ningún examen en mi más o menos larga historia educativa, y estaba de un humor malísimo. Los dos últimos exámenes fueron especialmente horribles. En uno nada más arrancar me metí en un cruce de cuatro calles sin mirar y en otro me salté un stop en un polígono industrial de modo que si no llega a ser por el frenazo del instructor habríamos muerto todos empotrados en un camión. En éstas, ya había agotado mis escasos ahorros (lo típico de dar clases particulares y tal) y había sableado suficientemente a mi padre. Llegué hasta a vender cosas para poder pagar un nuevo examen cual toxicómana desesperada. Así que decidí dejarlo.

Pasaron dos o tres años y me trasladé de ciudad. Trabajaba en cierta localidad turística donde los alquileres, ya entonces, eran super-mega caros y vivía en la típico pueblo de casas de autoconstrucción poblado por trabajadores de la idem (construcción) y empleados de hostelería varios (bueno, yo vivía en una urbanización para turistas al lado, la verdad debe prevalecer sobre el drama). Pese a que todos hacíamos el mismo trayecto de una localidad a la otra (separadas escasos 10 kilómetros) cada mañana y volvíamos cada tarde en sentido inverso, no había más transporte público que un autobús turístico (hay que joderse) que pasaba cada hora. Y como siempre iba lleno a reventar (y no de turistas precisamente) a veces no paraba y había que esperar otra hora. Y como, recordemos, era un servicio para turistas, el susodicho autobús hacía cinco mil paradas para que el pasaje contemplara las maravillas naturales de la isla (grúas, mayormente). El caso es que para empezar a currar a las 9 tenía que salir de casa a las 6 de la mañana (desgraciadamente no exagero). Así que decidí que era el momento de intentar de nuevo lo del carnet de conducir. Y para evitar risitas o caras de pena, lo mantuve totalmente secreto. Sólo lo sabían un par de amigos. El padre de mi amiga del alma, que era profesor de autoescuela además de una bellísima persona, se ofreció a darme clases gratis. Y así, con esta ayuda, aprobé el examen práctico al cuarto intento, que sumados a los once anteriores hacen… ay.
¿Y todo este rollo a que viene a estas alturas del campeonato? Pues que vengo de sacarme la licencia de conducir de Baja California (ya me vale, después de un año aquí) y fue todo tan fácil…
Tuve que pasar tres pruebas:
1) Prueba médica. Consistió básicamente en una revisión de la vista tan poco rigurosa que yo, que llevo gafas para ver de lejos, la pasé sin llevarlas puestas. Después el ¿médico? me hizo un montón de preguntas, de las cuales la única relacionada con mi salud fue si yo me consideraba sana. Las otras preguntas fueron del tipo ¿y que viniste a hacer a Ensenada? ¿y te gusta la ciudad? ¿y tienes amigos aquí? En fin.
2) Prueba teórica. Había que completar un test en el ordenador. Ejemplos de preguntas y posibles respuestas fueron:

- ¿Qué significa esta señal (*)? A) Hotel, B) Hospital, C) Prohibido aparcar.

(*) Una señal azul rectangular donde se leía la palabra hotel

- ¿Para manejar un carro hay que saber leer y escribir? A) Sí, B) No, C) Sí y además hay que tener estudios secundarios.

(Pese a lo que pueda parecer fallé algunas. Me preguntaron por ejemplo que en qué horario podía manejar un menor de edad cuando yo no tenía ni idea de que los menores pudieran manejar)

3) Prueba práctica. Consistente en dar la vuelta a la manzana en mi propio coche acompañada de un examinador que se mostró bastante más interesado en la música que estaba oyendo (Silvio Rodríguez) que en mis evoluciones al volante. Y así, con gafas de sol, el codo apoyado en la ventanilla y tarareando Canción urgente para Nicaragua superé por fin los fantasmas del pasado.

10 comments:

Anonymous said...

No es el momento de ponerse a confesar que si cuatro o diez veces o las que sean, pero digo que soy muy torpe, mucho, y que lo mío con el carnet de conducir también es un trauma. Ahora que, visto lo visto, igual me tienes que acoger unos días en tu casa y me lo saco allí, claro que no te sirve en España, ¿no?

Anonymous said...

Oooooooooooooooh...sabes conduciiiiiiir...yo no fui capaz de pasar de la segunda clase teórica, algo de unas maniobras y una vía insuficientemente iluminada...no volví jamás a la autoescuela y ahora me miran como si tuviera una discapacidad funcional muy grande...ay.

Anonymous said...

La clave debe estar en la música. Si las veces anteriores ibas escuchando "Los conductores suicidas" de Sabina o "Fast Car" de T. Chapman, hay material para elaborar una hipótesis lógica sobre la tendencia a la desaprobación. Aún no resuelvo la curva gráfica Canción urgente- vs Aprobación, pero dame tiempo...se partióóóóóoó´en Nicaraaaagua otro hierro calieeenteeee.
Saludos.
PD: nuncajamás ir al exámen de conducir escuchando la canción de Sumo que dice "yo quiero cruzar con la barrera y que me pisen". Mucho menos tararearla mientras se maneja.

Anonymous said...

Hay que vé lo que me río yo con esta mujé, oye.Cinco, eres una crack.

macorina said...

Oscar y Malayerba, en mis tiempos de auto-obsesión me consolaba leer que grandes genios de la historia (por ejemplo Einstein) jamás consiguieron, no sólo conducir, sino andar en bicicleta. Ya ven, quien no se consuela...

Cincopalpeso, puede que el secreto esté en la música, sí. Lástima que en España no dejaran oir música en los coches de autoescuela. Es muy poderosa, la música. (Como tú dices, y menos mal que tampoco estaba oyendo a Sabina: Pisa el acelerador, písalo nena. Písa el acelerador, vale la pena...)

Anonymous said...

joder, de lo que me acordado: hice un viaje largo en coche con una amiga hace muchos años, y llevábamos esa cinta en el coche (hace muchos años), y cuando sonaban justo esas palabras de Sabina la muy... (no tengo palabras) pisaba el acelerador. Pa matarla.

Anonymous said...

¿¿el escarabajo es tuyo??

Matricula de tijuana y nevado. Es un flipe.

En un escarabajo se escucha de p.m. 'la vie en rose', con ese son a lata.

macorina said...

Joer, Gurb, ¡qué observador! El escarabajo es del curro (de ahí la nieve)

Anonymous said...

Yo ni siquiera lo he intentado, asi que ¡¡¡enhorabuena!!! me alegro un monton, que lo disfrutes.
Los escarabajos molan un monton.

Unknown said...

Si al final vamos a tener todos un trauma con el carnet de conducir ;).

Yo me matriculé tres veces en una autoescuela (diferentes cada vez) y sólo las pisé para soltar la pasta, las fotos y rellenar la ficha.

Mis amigos aun me toman el pelo con el tema, a estas alturas de la película.

Sigo sin estar motorizada.