Sunday, December 17, 2006

Serendipias y despedidas

Roberta Sá no Festival da Cultura


Pues buscaba yo un vídeo de Pedro Luis e a Parede, que es un grupo brasileño con una percusión muy buena, y acabo de descubrir a esta chica que ya me tiene enamorada. Como todo buen descubrimiento ocurrió de forma fortuita y de ahí lo de la serendipia del título (yo me sé de uno que se va a desmayar por la palabra). La presentación de la canción tiene un toque a programa de José Luis Moreno y la calidad de la imagen no es muy buena pero vale la pena. Además allá por el minuto 3 se puede ver a Pelé que no cabe en él de entusiasmo. Vean, vean.

Según leo aquí y allá en Internet parece que la chica participó en una especie de Operación Triunfo Brasil y duró menos que un caramelo en la puerta de un colegio. Vamos que la echaron a la primera de cambio a la pobre. Después (o quizás antes) grabó un disco que no salió a la venta sino que fue el regalo de navidad de una empresa a sus empleados (y a mí que me regalaron una agenda…). Pero los caminos de la fama son inescrutables y finalmente la chica se pudo reivindicar y encontrar su lugar en el parnaso de las estrellas. ¿Alguien ha hablado de Bisbal?

Lo de despedida iba porque mañana inicio mi periplo de regreso a casa y despedirse es lo que toca. Salgo el lunes y llego el miércoles por la noche. Pues sí, incluso en este mundo globalizado puede una sentirse como Alexander von Humboldt.

Nada más para este domingo de invierno. Es hora de abandonar el barrio: el karaoke ha comenzado. Acabo de oír una canción que en su momento álgido rezaba así: Al canario de nuestro cariño/le falta alpiste. Juro que no me lo inventé.

Fe de erratas: El del, digamos cameo, en el minuto 3 no es Pelé sino el ministro de cultura Gilberto Gil. Corregido queda.

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Wednesday, December 13, 2006

Una historia cualquiera



Para Gabriela, que no se llama así pero ella sabe que es ella.

Mientras Gabriela terminaba de arreglarse me decía, mirándome a través del espejo del baño, que siempre que se peinaba se acordaba de su padre. Era él quien le recogía el pelo cada mañana antes de ir a la escuela. Pero sus callosas manos de obrero no estaban preparadas para la suavidad del cabello de una niña de seis años e inevitablemente sus coletas siempre quedaban apretadas. Llegaba a la escuela con un dolor de cabeza terrible, me decía entre risas.

El padre de Gabriela se consideraba un hombre afortunado. Simpatizante del partido socialista, tras el golpe de estado que acabó con la vida de Allende y con las esperanzas de los chilenos, sólo perdió su trabajo. También perdió la dignidad y las ilusiones, me dijo Gabriela, ahora sí, mostrando un brillo de tristeza en sus ojos negros. Después del golpe aún hizo algún intento de encontrar empleo, pero estaba señalado. Pronto tuvo miedo de que se supiera que había votado por la Unidad Popular o que había estado en la plaza de los Héroes de Rancagua el día que Allende anunció la nacionalización del cobre, y se recluyó en su casa de la comuna Maipú. Un día el miedo se vino a vivir con nosotros y nos acostumbramos a verlo detrás de mi padre mientras cada mañana se afanaba penosamente en las tareas domésticas que, como a buen hombre chileno, nadie había enseñado a hacer, me contó. Entretanto, su madre limpiaba casas en Las Condes y criaba unos hijos que no eran los suyos.

Gabriela dejó el peine sobre el lavabo y girándose me confesó que de niña tuvo envidia de los exiliados chilenos en Europa. Porque eran jóvenes e idealistas y la gente los quería porque eran héroes. Y cantaban canciones de Atahualpa y de Víctor Jara. Y eran cultos y leían a Neruda y a Galeano. Y porque decoraban sus casas con posters del Che Guevara y no con una roñosa foto de la cordillera recortada de una revista, como su padre.

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Monday, December 04, 2006

Ugencia de una nueva moralidad

Copio y pego un árticulo de Leonardo Boff. Para meditar. La música es una versión del Take Five que hace Tito Puente. No tiene nada que ver con el tema pero se me antojó. Sin duda, mi música de la semana.


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Los informes sombríos sobre el estado de la Tierra y sobre el futuro desalentador de la especie humana nos sugieren la urgencia de una nueva morlidad. Más y más nos damos cuenta de que esta situación dramática se vincula a la forma insensata y hasta inmoral con la que nos relacionamos con la naturaleza, depredándola sin remordimiento a través de un modo de producción que hace del lucro su única ley y religión. Solamente ahora, cuando la alarma ecológica ha llegado a las páginas de la economía, empiezan los gobiernos y las grandes instituciones internacionales a tomarla en serio. La crisis no viene: ya estamos dentro de ella, y alcanza a millones de personas. Al Gore, en su documental «Una verdad incómoda», nos proporciona los datos. O invertimos ya ahora en la disminución de los gases de efecto invernadero, o en los próximos años tendremos que aplicar más de mil millones de dólares anuales para estabilizar el calentamiento dos grados por encima del actual nivel. O nos vamos a encontrar catástrofes nunca vistas.
Bien analizadas, estas medidas son apenas paliativas. Parten de un presupuesto equivocado: piesan que limando los dientes del lobo disminuimos su ferocidad... O sea, podríamos continuar con el mismo modelo de producción y consumo, disminuyendo simplemente la dosis. Ese modelo nos condenará a todos, porque se basa en una metafísica falsa, la de que podemos disponer de los recursos como nos venga en gana, y que nuestra relación con la naturleza es sólo de orden utilitario. Pensamos que estamos por encima de la naturaleza, y contra la naturaleza. Ella se vengará, tal vez expulsándonos definitivamente de su seno, como se expulsa a una célula cancerígena.

Por eso, de poco valen las soluciones técnico-científicas fundadas en aquella metafísica. Necesitamos una ecuación moral que cambie los fines y no sólo los medios de nuestra civilización. He aquí algunos puntos para la nueva moralidad.

En primer lugar, debemos tomar en serio el principio de precaución y de cuidado. O cuidamos de lo que queda de la naturaleza y regeneramos lo que hemos devastado, o nuestro tipo de sociedad tiene los días contados. Además, filosóficamente, el cuidado es la precondición para que surja cualquier ser, y el criterio anterior a toda acción.

En segundo lugar, importa dar centralidad al afecto, a la compasión, al corazón y a la piedad, como principios morales. Eso nos enseñan el budismo en Oriente y Schopenhauer en Occidete. Ambos afirman: «no hagas mal a ningún ser, más bien esfuérzate por ayudar a todos lo más que puedas».

En tercer lugar, urge rescatar el respeto y la veneración ante cada ser, porque representa un valor por sí mismo. Como lo formuló Albert Schweitzer: «ética es la ilimitada veneración ante la vida y el respeto ante cada ser».

En cuarto lugar, se hace necesario asumir la responsabilidad del futuro del planeta y de la vida. Somos los guardianos del ser. Hans Jonas espresó así el principio de responsabilidad: «actúa de tal manera que tus actos no sean destructivos para la vida».

En quinto lugar, en vez de la competición hay que reforzar el principio de cooperación, porque es la ley suprema del universo: todos los seres son interdependientes y se ayudan unos a otros para evolucionar, sin excluir a los más débiles.

Si viviéramos esa nueva-vieja moralidad, cambiaremos los comportamienos de los estados y de las personas para con la naturaleza, y así nos salvaremos. Vale la frase de 1968 en los muros de París: «seamos realistas, exijamos lo imposible».

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