Sunday, August 27, 2006

Can


Pedro vigila el descampado que hace las veces de aparcamiento cerca del centro. Debe rondar los veinte años pero hace bastante tiempo que las drogas le comieron las últimas neuronas que le quedaban. Anduvo siempre solo hasta que un día adoptó un perro. Le ató una cuerda de rafia para embalaje alrededor del cuello y le puso de nombre Can. Aunque Pedro mal sabe cuidar de sí mismo siempre estuvo atento a las necesidades de Can. Cuando conseguía un taco lo repartía a su manera: al perro le tocaba la carne y él se quedaba con la tortilla. El día que un coche dando marcha atrás atropelló a Can, fue capaz de reunir suficientes monedas para pagar un veterinario. La experiencia dejó al animal con un sentimiento de eterna gratitud hacia Pedro y una leve cojera en una pata trasera.

El domingo pasado, tras un sábado de botellón, el aparcamiento amaneció lleno de vasos de plástico con restos de tequila. Can, en parte por pura curiosidad canina y en parte porque ya se lo había visto hacer a su dueño, los apuró todos hasta caer en coma etílico. A Pedro lo pudieron los nervios. No tenía dinero y no se vio con fuerzas para pedir un favor a nadie. Pensó que remojarlo en agua fria era buena idea y se fue corriendo con el perro en brazos hacia la playa. Can murió ahogado. A Pedro lo encontré llorando sentado sobre un ladrillo. Era mi único amigo, decía.

4 comments:

sagui said...

Oye, qué cosa tan triste y tan hermosa a la vez, Macorina.Te juro que se me ha asomado la lagrimilla.El mundo es un lugar hostil, la mayoría de las veces.

sagui said...

Te he enlazado, espero que no te importe.Aunque lleves gafas de pasta.

Unknown said...

Me ha llegado al alma la historia. Siempre he dicho que puedo vivir sin pareja, pero no sin chucho. Y va en serio. Ahora tengo pareja, y no chucho, y no me siento completa. ;)

(Lo se, estoy un poco mal)

Anonymous said...

Me ha gustado mucho no puedo decir nada que no hayan dicho ya.