Saturday, April 21, 2007

Antropología de campo y playa

Bueno, pues ya estoy de vuelta... en Ensenada y en el espacio virtual. Como se me va medio blog explicando las razones de mis continuas y prolongadas ausencias del susodicho, paso directamente al meollo del asunto, i.e. el post propiamente dicho.


Ayer salí a tomar algo con una compañera del curro. Fuimos a un restaurante, de esos de pescado y marisco, a echarnos unas cervezas pero sobre todo a escuchar a un conocido que canta boleros (y alguna de Serrat cuando le da) los viernes y fines de semana. Allí, mi coleguilla se encontró a un amigo suyo que estaba cenando acompañado de una mujer joven y nos sentamos con ellos. Yo ya me había comido un bocata de queso en casa así que pude olvidarme de las gambas y concentrarme en la observación de la escena que paso a relatar. La pareja objeto de estudio estaba formada por el típico sesentón bien parecido según los cánones estéticos del festival de la OTI (una especie de José Luis Rodríguez, 'El Puma') de profesión médico. Ella tendría unos veinte y tal años, aunque bien podría haber tenido cuarenta. Me explico. Hay muchas mujeres aquí que se hacen unos peinados muy artificiales, se pintan como puertas, se depilan las cejas para dibujarse otras encima con lápiz (!?) y se ponen unas uñas artificiales de quince centímetros por lo menos. Con semejantes operaciones de tuning cuesta bastante saber las edades de las mujeres (nótese que la autora de este blog no pretende criticar el aspecto de nadie - cada cual es dueño de su cuerpo y por tanto de sus cejas - sino simplemente hacer constar un hecho). El caso es que él no paraba de hacerle carantoñas a ella (le ponía la mano en el muslo, le tocaba la cara, le cogía las manos y tal). Hasta aquí todo correcto. Lo que me descolocó fue que ambos contaban muertos de risa que el dueño del restaurante y varios conocidos con los que se habían cruzado habían felicitado al tipo por 'el ligue' y por el buen gusto que había tenido con la amante. Pero lo que me terminó de descolocar fue... que al final resultaba que la pareja en cuestión eran padre e hija ... y residentes en Tijuana. Confieso que este país a veces me da mucho miedo. Definitivamente hay cosas que me son tan extrañas que me siento como Lévi-Strauss en la selva brasileña.

2 comments:

Anonymous said...

Yo recuerdo que me impresionó muchísimo, hace como cinco años, una mujer que me crucé en el ferry de Algeciras.Era imposible adivinar cuál debía ser su aspecto original;era un clon de frente estiradísima, labios hinchados de colágeno, nariz respingona prototipo-de-quirófano, bronceado Zaplana...Por la voz parecía una anciana, pero de aspecto ya no parecía humana.Me impresionó mucho, ya digo, porque a pesar de todo lo que se había hecho, SABÍAS que era una vieja.No sé, la gente es rara.
Qué bien que estés de vuelta.En bloguiland, digo.

Anonymous said...

Se creerán que van guapas. Ese tipo de mujeres son las que luego ves recién duchadas o cuando se acaban de despertar y no parecen la misma, que te puedes llevar hasta un susto. El detalle ése de las cejas que comentas me da especial dentera, aunque, como tú dices, cada cual con su cuerpo y la artificialidad que le quiera añadir.